lunes, 25 de febrero de 2008

cuarto domingo de cuaresma ciclo a

IV Domingo de Cuaresma.
domingo 2 de marzo de 2008


¿QUE QUIERE DECIR SER CRISTIANOS? CRECER CON CRISTO.

Las lecturas de este domingo nos presentan dos historias muy interesantes, una, es la elección de David para que sea rey de Israel, y la otra, en el Evangelio, es la curación de un ciego de nacimiento por parte de Nuestro Señor. Dios rechaza a Saúl como rey de Israel porque se ha portado mal, y le ordena al profeta Samuel que vaya a Belén, a la casa de Jesé, y que él le manifestara a cual de los hijos de Jesé ha escogido para que sea el rey de Israel. Samuel tiene miedo y le dice al Señor: “me va ha matar Saúl, si sabe que yo ando buscando otro rey”. Pero Dios le aconseja como tiene que hacer para que el rey no se entere. Cuando Samuel llegó a la casa de Jesé, le dijo: “Muéstrame a tus hijos”. Y al ver a Eliab, pensó: “seguro, el Señor tiene delante a su ungido”. Pero el Señor le dijo: “No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón”. Y fueron pasando los otros hijos de Jesé y cuando acabaron de pasar y Samuel no encuentra la inspiración de Dios en ninguno de ellos, le dice a Jesé: "¿Ya no hay más muchachos?" "Sí -le dice Jesé- falta el más chiquito, está cuidando el rebaño". "Llámalo, -le dice el profeta- que no comeremos hasta que venga. Y cuando llega David a la casa, el Señor le dice a Samuel: “Anda, úngelo, porque es éste”. Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió en medio de sus hermanos. En aquel momento, invadió a David el espíritu del Señor, y estuvo con él en adelante”. La elección de David como rey de Israel no fue algo que sucediera de la noche a la mañana, sino que Dios lo había planificado desde siempre: “Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, ya antes que nacieses, te tenia consagrado” (Jr 1, 5). Y usted ya sabe que después David, cuando era rey, hizo cosas desagradables a los ojos de Dios pero, Dios sabia todo eso con anticipación, y sin embargo, escogió ha este hombre para hacer cosas grandes con él, y las hizo, mientras David se mantuvo fiel a sus mandatos. Hermanos y hermanas, ¿adonde queremos llegar ahora con nuestra reflexión? Queremos que entienda que Dios le ha escogido, que le ha consagrado, y que él quiere hacer cosas grandes con usted. A entender esto, nos ayuda la Iglesia, cuando nos dice: “Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión. Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Gal 3,27). La unción con el santo crisma, significa el don del Espíritu Santo al nuevo bautizado. Ha llegado a ser un cristiano, es decir, "ungido" por el Espíritu Santo, incorporado a Cristo, que es ungido sacerdote, profeta y rey (Catecismo de la Iglesia Católica, n.1213, 1227, 1241). Por el Bautismo nos hemos convertido en hijos e hijas de Dios, nos hemos revestido de Cristo transformándonos en sacerdotes, profetas y reyes, y nos hemos hecho miembros de la Iglesia. Esto es lo que somos, pero, el problema es que muchas veces no acabamos de entenderlo, por esa razón, nos volvemos incapaces de creer todo lo que Dios tiene para cada uno de nosotros. Por eso muchos cristianos viven como gente que ha perdido el juicio, sin poner atención en serio a la voluntad de Dios sobre sus vidas. La cuaresma es un tiempo para despertar, es el momento oportuno para permitirle al Hijo de Dios que abra nuestros ojos como lo hizo con el ciego aquel ciego de nacimiento, del que nos hablara hoy el Evangelio.


Oremos juntos: “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término” (del salmo 22)


Primera parte:
“Aquellos a quienes Dios elige para una misión los prepara y dispone de manera que sean capaces de desempeñar la misión para la que fueron elegidos” (Santo Tomas de Aquino).

Dios nos ha creado a cada una y ha cada uno de nosotros para algo, y ese algo para lo cual Dios le ha creado no es una casualidad en su vida sino que Dios lo ha preparado desde antes que usted existiese, por eso nos dice su Palabra: “Mi alma conocías cabalmente, y mis huesos no se ocultaban, cuando era yo formado en lo secreto, tejido en las honduras de la tierra” (Sal 139,15). A David, Dios lo había elegido para que fuera rey de Israel, así que aunque él no lo sabía, Dios lo había preparado y dispuesto para que desempeñara esa misión. Y la primera lectura nos dice que “a partir del momento en que David fue ungido, vino sobre él el espíritu del Yahveh” (1 Sam 16,13). Es posible que usted piense pero, si cada una y cada uno de nosotros tenemos una misión ¿de que manera Dios nos ha preparado para que seamos capaces de desempeñarla? El apóstol San Pablo nos dice que “nuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en nosotros y que hemos recibido de Dios” (1 Cor 6,19). Hermanos, ese Espíritu de Dios del nos habla San Pablo, habita en cada bautizada y bautizado, y como sucedió con David, también él ha tomado posesión de nuestra vida desde el día en que recibimos el sacramento del Bautismo y la Confirmación. La presencia del Espíritu de Dios se manifiesta en la vida de cada cristiano a través de sus “sus siete dones que son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1831). Un vehículo no puede caminar por si mismo sino que necesita de alguien que lo conduzca, y cuando se le termina el combustible hace falta que alguien lo alimente para pueda seguir trabajando. Los seres humanos tampoco podemos caminar por si mismos, sino que necesitamos de alguien que nos conduzca y nos inyecte sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios, para así poder cumplir con nuestra misión de hijos e hijas de Dios. Hay muchos cristianos que piensan que Dios no es necesario en sus vidas, que ellos pueden vivir sin él, que no lo necesitan pero, Jesús no puede haberse equivocado al decirnos: “separados de mi, no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Dependemos de Dios, lo queramos o no, y “nuestra vida está sostenida por los dones del Espíritu Santo” (Catecismo de la Iglesia Católica, 183o).

Para dialogar: ¿Considera usted que esta utilizando debidamente los dones del Espíritu Santo en su vida?

Segunda parte: Hay que dejar que Jesús nos abra los ojos.

Cuando hablamos de ceguera nosotros siempre pensamos en una persona que no puede ver todo lo que le rodea, y esto debe de ser una cosa muy terrible pero, existe también otra clase de ceguera que es aun peor que la primera, y esa es la ceguera espiritual. El evangelio que escucharemos este próximo domingo nos presenta en un mismo problema las dos clases de ceguera: Jesús se encontró con un hombre que era ciego de nacimiento, y él lo curó. Aquel hombre al verse curado de su ceguera creyó en Nuestro Señor Jesucristo, creyó que él era el Salvador del mundo. Pero es aquí donde aparece un grupo de personas, los fariseos, que padecían la otra clase de ceguera, la espiritual. El problema fue que Nuestro Señor había hecho aquella curación en día sábado, por eso los fariseos le acusan de “ser un pecador”; y por más que el hombre que había sido ciego trató de explicarles, ellos no quisieron entender. Hermanos, es triste la situación de los fariseos pues tenían sus ojos abierto pero al mismo eran ciegos, y por eso, fueron incapaces de reconocer a Nuestro Señor; el ciego en cambio, a pesar de ser ciego, sí lo recoció “y creyó en él”. Ojalá que esta Cuaresma sirva para irnos purificando y haciendo sentir cada vez en nosotros la vida de Dios de la que participamos por ser cristianos. Y si por desgracia hemos perdido esa vida de Dios por el pecado -porque así se pierde la vida de Dios, cada vez que pecamos- corremos al Espíritu Santo y entronizamos al demonio en nosotros. Dicen que no hay posesos, ¿cómo no va a haber posesos si cada pecador con pecado mortal es un poseído del demonio?” (Mons. Oscar Arnulfo Romero, 5 de marzo de 1978). Hermanos, son muchos los cristianos que se mantienen tercos con relación a Dios, entienden que no están haciendo la voluntad de Dios pero, al mismo tiempo, no les importa, y es que están ciegos, y no podrán ver a menos que Nuestro Señor les abra sus ojos. Me sucedió hace un par de semanas: los padres de un niño que iba ha recibir el sacramento de la Confirmación en estos días, me dijeron que su hijo había escogido para que fueran sus padrinos a una pareja que viven nomás acompañados; me contaron que cuando el niño hizo su Primera Comunión, quiso que ellos fueran sus padrinos pero no se pudo por la misma razón. Yo le propuse al papá que le dijera a la pareja que vinieran a hablar conmigo para hacerlos entrar en razón, y que nomás era necesario que ellos se comprometieran en serio a casarse este año, para que pudieran ser padrinos del niño pero, cuando hablé con ellos, esta fue la respuesta: “padre, nosotros nos amamos y hemos vivido así muy bien durante veinticinco años, y nos vamos a casar cuando nosotros lo decidamos, y no cuando otra persona nos diga”. Yo me dije a mí mismo: ¿para qué sigo perdiendo mi tiempo con esta pareja de burros? Y les dije: esta bien, pueden irse. Y es que clase de ceguera el único que la puede curar solamente es Dios, y no nos queda más que pedírselo a él.

Para dialogar: Pensando en la salvación, ¿Cuál de las dos cegueras es mas terrible? ¿En que partes de su vida considera usted que necesita ver mejor?

martes, 19 de febrero de 2008

tercer domingo de cuaresma ciclo a

III Domingo de Cuaresma.
24 de febrero de 2008

LA LIBERACION DE DIOS.
Las lecturas de este tercer domingo de Cuaresma nos hablan de la liberación de Dios en favor de su pueblo, Israel. Y San Pablo nos dice que Cristo “murió por los impíos, por todos los pecadores” (Rm 5, 6), y no sólo por el pueblo de Israel. El mismo Jesús nos ofrece la señal de que él había venido para salvarnos a todos, sin importar el pueblo al que pertenezcamos; la mujer con la que él habla en el Evangelio de hoy, no era israelita sino samaritana. El pueblo de Israel había vivido cuatrocientos setenta años como esclavos bajo el dominio de los egipcios, y lo peor de todo, es que aparentemente Dios se había olvidado de ellos pero, eso no era cierto. Y en los últimos años de toda aquella terrible situación, el Faraón, dándose cuenta de que los israelitas estaban multiplicándose demasiado, ordenó que cuando naciera una criatura israelita, si era niño había que asesinarlo; solo si era niña había que dejarla con vida. En esos días nació Moisés, y su mamá después de tenerlo unos cuantos días escondido, decidió finalmente ponerlo en un canasto y lo dejó ir en un río pero, la hija del Faraón lo encontró y sintió lastima de aquella criatura. Buscó una mujer israelita para que se lo cuidase, que por cierto fue la misma mama de Moisés. Cuando él fue grande vivió en el palacio del Faraón. Todos sabemos que Moisés tuvo que huir después del palacio porque un día mató a un egipcio que estaba golpeando a un israelita; vivió en tierra extranjera, se casó y comenzó a tener hijos con su esposa, cuando de repente, un día Dios le habló desde una zarza, y le dijo: “He visto y oído los sufrimientos de mi pueblo, y decidido liberarlo del dominio del Faraón, y serás tú quien debe de presentarse ante el Faraón para decirle que deje salir a mi pueblo”. Después de muchos intentos y pruebas, finalmente el Faraón permitió que los israelitas salieran de su país pero, cuando van por el camino, intentó alcanzarlos y darles muertes a todos pero, fueron todos los soldados egipcios quienes murieron en medio de las aguas del mar. Después de este acontecimiento y mientras el pueblo de Israel caminaba por el desierto, se les terminó la comida y el agua, y protestaron en contra de Moisés y de Dios; de eso nos habla la primera lectura de hoy. Pero ¿cómo se explica que esta gente habiendo visto tantas maravillas de parte de Dios creyesen luego, que él los iba a dejar morir de hambre y de sed en el desierto? Lo que debemos de entender nosotros ahora es que: no estamos solos, Dios no nos ha abandonado; que el Dios del pueblo de Israel es el mismo Dios de nosotros, y que la liberación de cualquier esclavitud, sin importar del tipo que sea, nos viene únicamente de Dios y no de ningún hombre. Moisés asesinó a un israelita pensando que de esa manera liberaría a su pueblo de la esclavitud pero, fue “en el desierto en donde tuvo que aprender que no es la fuerza de los puños, ni el poder de las armas lo que cambia las estructuras de pecado. En el desierto Dios le enseñó a Moisés cómo se guía a los hombres, no empujándoles con la vara por detrás, sino mostrándoles el camino por delante” (P. Juan Rivas, L.C, Lideres y Dirigentes, p. 82). ¿Cuáles son las esclavitudes materiales que nos oprimen hoy en día a nosotros? Muchísimas, ¿nos liberaremos de ellas, si primero, no nos liberamos de la esclavitud del pecado? No. Y por eso, “no habrá un continente nuevo sin hombres nuevos, que a la luz del Evangelio sepan ser verdaderamente libres y responsables” (Medellín, 1,3).

Oremos juntos: “Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo al son de instrumentos. Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creado nuestro. Porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía. Ojala escuchéis hoy su voz: no endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masa en el desierto, cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron aunque habían visto mis obras” (del salmo 94).

Primera parte: La liberación interior

“La cuaresma es una temporada para ver dentro de nuestros corazones, ver como permanecen las tendencias al pecado en nosotros para toda la vida” (Mons. Álvaro Corrada del Río). Ver hacia adentro de nosotros mismos no es nada fácil, a veces quizás nos puede dar hasta miedo; por eso, muchos cristianos prefieren mejor vivir una vida de apariencias, pensando que están bien pero en realidad no lo están. Esta historia me la contó un señor, me dijo: “hace poco fui a comer con mi hijo pequeño a un restaurante, y estando ahí él tuvo deseos de ir al baño, y yo lo acompañé. Cuando terminó de hacer sus necesidades me dijo: “Papi, fijate que el cuarto del baño se ve bien limpio pero tiene un olor bien feo”. Entramos juntos para observar, y efectivamente parecía muy bien limpio y ordenado todo pero, se sentía el olor feo que mi hijo me había dicho. Observamos por un lado y otro, y descubrimos que en un rincón habían depositada un poco de basura que estaba hasta podrida, y a un ladito, estaba también un desodorante ambiental, con el que perfumaban aquel cuarto para que a primera vista oliera agradable. Salimos inmediatamente mi hijo y yo de aquel baño, y llame al jefe del restaurante para viese lo que tenían guardado en el baño sus empleados. Nosotros nos fuimos a comer a otro lugar”. Los pecados, lo mismo que la basura, si no se limpian y se tiran ha tiempo, poco a poco comienzan a corromper la vida del cristiano, y cuando eso sucede, el veneno del mal olor contamina no solo la propia vida sino también la vida de aquellos que le rodean: hijos, esposa, esposo, familiares, vecinos; Y “si alguien tiene sano el olfato del alma, sentirá cómo hieden los pecados” (San Agustín, Comentario sobre el salmo 37). ¿Y cuales son esos pecados que envenenan y pueden destruir para siempre nuestra vida? son muchos pero, todos ellos nacen en lo que la Iglesia llama pecados capitales, que son: “soberbia, avaricia, envidia, ira, lujuria, gula y pereza; y se les llama pecados capitales porque generan otros pecados, otros vicios. El pecado crea una facilidad para el pecado, engendra el vicio por la repetición de actos. De ahí resultan inclinaciones desviadas que oscurecen la conciencia y corrompen la valoración concreta del bien y del mal. Así el pecado tiende a reproducirse y a reforzarse” (Catecismo de la Iglesia, n. 1865, 1866). “El pecado es, ante todo, ofensa a Dios, ruptura de la comunión con él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el sacramento de la Penitencia y de la Reconciliación” (Catecismo de la Iglesia, n. 1440). Hermanos y hermanas, nuestra conversión no es una tarea fácil pero, por ser difícil, tampoco es algo que debemos de posponerla para mañana porque el mañana, simplemente, no existe; es ahora que debemos de iniciar nuestro caminar con el Señor.

Para dialogar: ¿Qué es lo que a mi personalmente me mantiene esclavizado? ¿Cuáles son las basuras que usted en vez de quemarlas, las sigo almacenando en su vida?

Segunda parte: No somos libres por fuera, porque somos esclavos por dentro.

En este tiempo de Cuaresma tenemos que ver y examinar como esta nuestra vida moral, porque no podemos seguir dejando que las inclinaciones, sentimientos e imaginaciones gobiernen nuestra vida a su antojo. Todos los cristianos tenemos una necesidad urgente de liberarnos de todas las ataduras que nos oprimen interiormente pues, de lo contrario, continuaremos siendo esclavos por fuera en nuestra vida personal, familiar y social. El pueblo de Israel había sido liberado por el Señor de la esclavitud de Egipto pero, interiormente, seguían siendo esclavos de sus propios pecados, y por eso protestaron una y mas veces del Señor mientras caminaban por el desierto: “¿Está Yahveh entre nosotros o no?” (Ex 17, 7). Las situaciones de esclavitud que como cristianos tenemos que vivir hoy en día son abundantes, y lo más terrible de todo es que ni siquiera entendamos que la liberación que necesitamos únicamente nos puede venir del Señor y no ningún hombre. Con motivo de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, los miles y miles de gente indocumentada que viven en este país, están esperando que el nuevo Presidente les ayude a arreglar su situación legal, pero; desgraciadamente, para muchos de ellos su dios es el dólar, la cerveza, los bailes, y la droga… y no entienden que Dios es el único que puede ayudarles y que deben de buscarlo y de vivir bajo su protección. ¿Y que de nosotros en El Salvador? Nuestros problemas son abundantes pero, ¿de quien siguen esperando muchos cristianos la solución a estos problemas: de los políticos o de Dios? “Cristo murió por los pecadores” nos dice hoy San Pablo, para salvarnos, pero a condición de que ellos quieran arrepentirse de sus faltas. Un presidente, quien quiera que sea, solo podrá ayudar al pueblo verdaderamente en sus necesidades, si él es un buen cristiano, de lo contrario, las cosas seguirán exactamente iguales o peores. En el Evangelio encontramos un ejemplo de cómo Dios es capaz de transformar la vida de quien le busca de verdad: La mujer Samaritana le abrió las puertas de su vida al Señor, para que él con su gracia cultivara en ella, aquellas virtudes que necesitaba para contraatacar la presencia y la acción de los siete pecados capitales. Estas virtudes son: Generosidad, Humildad, Paciencia, Amabilidad, Diligencia, Abstinencia, Castidad. ¿Acaso no son estas virtudes las que nosotros necesitamos también que el Señor cultive en nuestra vida? ¿Cómo podemos ser buenos cristianos si continuáramos viviendo bajo la esclavitud de la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira, la lujuria, la gula y la pereza? Hermanas y hermanos, el pecado es la raíz de todas las esclavitudes. Nunca seremos libres por fuera, por más que lo intentemos, si primero, no procuramos ayudados por la Gracia de Dios, nuestra libertad interior.

Para dialogar: ¿Será posible arreglar la vida en nuestras familias, la Iglesia y la sociedad en general, sin que antes cada cristiano se decida a tener un encuentro personal con el Señor?

lunes, 11 de febrero de 2008

segundo domingo de cuaresma ciclo a

DOMINGO II DE CUARESMA
17 de febrero de 2008

LA TRANSFIGURACION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

“A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir... y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (Mt 16, 21): Pedro rechazó este anuncio (Mt 16, 22-23), los otros no lo comprendieron mejor (Mt 17, 23; Lc 9, 45). En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (Lc 9, 31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9, 35). (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 554). La Transfiguración del Señor que celebraremos este domingo, fue un acontecimiento de mucha importancia en la vida de los apóstoles, y especialmente en la vida de quienes fueron los testigos directos de este hecho. Los apóstoles no habían entendido del todo el mensaje de Nuestro Señor, no entendían que él “debía de ser entregado en manos de los hombres, que le matarían, y que al tercer día resucitaría” (Mt 17,22-23). Y no entendían esto porque ellos, hasta que no reciben el Espíritu Santo, continúan razonando de manera humana y no a la manera de Dios: “Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: ¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso! (Mt 16,22). Y era necesario que los apóstoles entendieran bien quien era Jesús, que entendieran cual era su misión y que creyeran en él; y para ayudarles a comprender toda esta gran verdad es que el Señor quiso mostrarles algo de su gloria y de la felicidad del cielo, por lo menos a tres de ellos. Aun así, no acababan de entender quien era Jesús y cual era su misión; por eso, cuando San Pedro se vio rodeado de gloria le dice a Jesús: “Señor, que bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (Mt 17,4). Lógicamente, el apóstol Pedro “no sabia lo que estaba diciendo en aquel momento” (Lc 9,33). Pero la experiencia de la transfiguración del Señor marcó para siempre su vida y la vida de los demás apóstoles; por eso, después de algún tiempo de aquel acontecimiento, San Pedro le dirá a los recién convertidos al cristianismo: “Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo” (1 Ped 1,18). Nadie puede hablar con autoridad sobre algo sino aquellos que han tenido una experiencia de lo que están hablando, y los apóstoles habían experimentado ha Dios, ellos habían estado con Jesús y por eso hablaban, y nos siguen hablando hoy a nosotros después de dos mil años. ¿Existe en su vida alguna experiencia con el Señor, algún momento en el que usted haya descubierto claramente la presencia de Dios?


Oremos juntos: “La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y redimirlos en tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” (del salmo 32).


Primera parte:

Esta historia la escuché recientemente en la clausura de un retiro espiritual. Era un hombre pequeño el que pasó delante de toda la comunidad que se había reunido para aquella celebración, y comenzó diciendo lo siguiente: “Tengo diez años de vivir y de trabajar en esta casa de retiro espiritual, ya no soy un recién convertido al Señor, aunque eso no significa tampoco de que yo sea un santo. Pero lo que les quiero contar ahora es lo siguiente: llegué a este país hace casi veinte años, y me vine para acá cuando yo tenía veintidós años de edad; dejé a mi esposa y a mis dos hijos en mi tierra; yo me vine para el Norte por las mismas razones que se han venido la mayoría de ustedes. Antes de Salir de mi casa hicimos un trato con mi esposa: yo trabajaría por cinco años y enviaría todo lo que hiciera para que ella lo ahorrara, y luego, yo volvería para que todos estuviéramos juntos. Antes de cumplir los cinco años mi esposa comenzó a decirme que ellos estaban bien haya pero que la vida seguía siendo demasiado dura en nuestra tierra por lo que consideraba que era mejor que continuara trabajando en el Norte un par de años mas, y eso fue lo que hice. Una noche, cuando estaba cerca de cumplir siete años de estar fuera de mis casa, le dije a mi esposa que había pensado regresar, y sin que ni para que, ella me dijo esa noche que ya no me necesitaba pues, desde hacia algún tiempo estaba haciendo su vida con otra persona, y que era mejor que me olvidara de ella. Aquella misma noche, dijo aquel hombre, se me atravesaron por mi mente los peores pensamientos que haya podido tener en toda mi vida, y prácticamente sin darme ni cuenta, fui a parar a una cantina; y desde entonces, por olvidar mis problemas, viví por cosa de dos años, en una borrachera de casi todos los días. Pero tenia un amigo que desde hacia unos cinco años estaba sentado en una silla de ruedas, porque un día manejando borracho se accidentó en su vehiculo y se dañó para siempre su columna. Y en los días en que yo andaba prácticamente muriéndome a consecuencias de mi borrachera, alguien invitó a mi amigo para que viniera a este lugar a hacer este mismo retiro espiritual, y cuando él regresó a su casa, aunque continuaba sentado en la misma silla de ruedas pero, aquel hombre ya no era el mismo; y tanto me insistió que seis meses después, yo estaba también en esta misma casa. Durante los cinco días de retiro, estuve escuchando todo lo que Dios había hecho en la vida de los demás, y en la ultima tarde, yo ya no aguanté mas, así que en una oración le dije estas palabras al Señor: “Si es verdad todo lo que dicen de Ti, y de lo que Tú haces, entonces, por favor haz algo conmigo, porque yo no creo todo eso que dicen de ti”. Y en esa misma tarde, Dios cambió mi vida para siempre, tanto así, que fui capaz de perdonar la traición de mi esposa, de aceptar que hubiese tenido que trabajar en vano por siete años, y lo mas importante: reconocí la grandeza del Amor de Dios en mi vida, y tomé la decisión de que en adelante le serviría con todo mi ser, y por eso, ya llevo mas de diez años de trabajar en esta casa, y no pienso retirarme sino hasta que me saquen o Dios me llame a su presencia”. Toda la gente se puso de pie y le dio un fuerte aplauso ha aquel hombre, mientras él nomás se cubrió su cara con sus dos manos, porque estaba llorando de emoción.


Para dialogar:
- ¿Considera usted que Dios puede obrar en nuestra vida, si nosotros no ponemos de nuestra parte?
- En la primera lectura se nos habla de Abrahán: ¿hubiera hecho Dios todo lo que hizo con este hombre, si él no hubiese tenido la valentía de abandonar su tierra y de seguir el plan de Dios? ¿Cómo se puede aplicar esto a nuestras vidas?

Segunda parte:


La transfiguración de Nuestro Señor, es motivo de esperanza para todos los que creemos en El.
En su carta encíclica sobre la Esperanza cristiana, el Papa Benedicto XVI, nos dice que: “El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor” (Spe Salvi, n.5). Por eso, nos dice también el Papa: “quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando « hasta el extremo », « hasta el total cumplimiento » (Jn 13,1; 19,30). Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente « vida »” (Spe Salvi, n.27). Cualquier cristiano que analice con detenimiento la situación social, económica, y política de nuestro país puede acabar decepcionándose fácilmente, y puede llegar a creer que aquí existen muy pocas esperanzas de que las cosas puedan ser diferentes, ¿Cómo se puede tener esperanzas en un país donde no se respeta ni siquiera la vida de los niños? a diario mueren niños de forma violenta en nuestro país, y ya no digamos adultos. La gente sigue yéndose todos los días para Estados Unidos, y eso, aunque se diga que el camino esta cada vez mas difícil. Mientras tanto, nosotros seguimos hablando de Dios pero, ¿no nos habremos equivocado al creer en Jesucristo? Claro que no, El es nuestra única esperanza, la Esperanza que no defrauda ha nadie. Dios no defraudó a Abrahán, que en su vejez, le prometió que haría de él un pueblo muy numeroso y que le daría una tierra que manaría leche y miel. En la transfiguración de Jesús, se aparecieron Moisés y Elías, como testigos de la felicidad que espera a todos aquellos, hombres y mujeres, que crean y sirvan fielmente a los intereses de Dios mientras viven en este mundo. Convencido de esta gran verdad es que el apóstol San Pablo le dice a su discípulo Timoteo en la Segunda lectura: “Querido hermano: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé” (2 Tim 1,8). Esto es lo que nos sigue haciendo falta a todos los cristianos en el mundo entero: comprender que Jesucristo es nuestra única esperanza, entender que él es la Esperanza que no defrauda a nadie, y comprometernos en serio en los trabajos del Evangelio, esto significa también de que hemos de estar dispuestos a dejar que la gracia de Dios convierta nuestras vida de todo aquello que nos separa del Señor.

Para dialogar: Dios tiene un plan para con cada persona, lo mismo que lo tuvo con Abrahán, San Pablo, y con otros. Dios hizo cosas grandes a través de estos hombres, y ellos no vivieron en vano en este mundo. ¿Es usted consciente de los planes que Dios tiene para su vida? ¿Esta respondiendo generosamente a los planes de Dios, o ha preferido mejor seguir sus propios planes?

viernes, 1 de febrero de 2008

primer domingo de cuaresma ciclo a

Domingo I de Cuaresma
10 de febrero de 2008

LAS TENTACIONES DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO.

Queridos hermanas y hermanos, vamos ahora ha comenzar el tiempo de Cuaresma, un momento importante que cada uno y cada una debemos de saber aprovechar para agrandar nuestra amistad con Dios, y al mismo tiempo fortalecer los lazos de hermandad con nuestros demás hermanos. Todos entendemos que esto no sucede en nuestra vida a manera de accidente, sino que es necesario disponernos para que la gracia del Señor nos inunde y nos transforme en mejores hijas e hijos de suyos. Esta transformación sigue haciéndonos falta a todos los cristianos en el mundo entero, a unos mas, a otros menos pero, ninguno puede sentirse satisfecho de su propia vida y creer que ya no tiene pecado porque en caso seria un mentiroso (1 Jn 1,8). Con el objetivo de ayudarnos a vivir mejor este tiempo litúrgico, el santo Padre Benedicto XVI, nos ha enviado ya su mensaje de Cuaresma, así que escuchemos atentos lo que el Papa nos dice: “¡Queridos hermanos y hermanas! Cada año, la Cuaresma nos ofrece una ocasión providencial para profundizar en el sentido y el valor de ser cristianos, y nos estimula a descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros hermanos. En el tiempo cuaresmal la Iglesia se preocupa de proponer algunos compromisos específicos que acompañen concretamente a los fieles en este proceso de renovación interior: son la oración, el ayuno y la limosna. Este año, deseo detenerme a reflexionar sobre la práctica de la limosna, que representa una manera concreta de ayudar a los necesitados y, al mismo tiempo, un ejercicio ascético para liberarse del apego a los bienes terrenales. Cuán fuerte es la seducción de las riquezas materiales y cuán tajante tiene que ser nuestra decisión de no idolatrarlas, lo afirma Jesús de manera clara: «No podéis servir a Dios y al dinero» (Lc 16,13). La limosna nos ayuda a vencer esta constante tentación, educándonos a socorrer al prójimo en sus necesidades y a compartir con los demás lo que poseemos por bondad divina. Según las enseñanzas evangélicas, no somos propietarios de los bienes que poseemos, sino administradores: por tanto, no debemos considerarlos una propiedad exclusiva, sino medios a través de los cuales el Señor nos llama, a cada uno de nosotros, a ser un medio de su providencia hacia el prójimo. La llamada a compartir los bienes resuena con mayor elocuencia en los países en los que la mayoría de la población es cristiana, puesto que su responsabilidad frente a la multitud que sufre en la indigencia y en el abandono es aún más grave. El Evangelio indica una característica propia de la limosna cristiana: tiene que ser en secreto. «Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha», dice Jesús, «así tu limosna quedará en secreto» (Mt 6,3-4). Y poco antes había afirmado que no hay que alardear de las propias buenas acciones, para no correr el riesgo de quedarse sin la recompensa de los cielos (Mt 6,1-2). La preocupación del discípulo es que todo vaya a mayor gloria de Dios. Por tanto, hay que hacerlo todo para la gloria de Dios y no para la nuestra. Queridos hermanos y hermanas, que esta conciencia acompañe cada gesto de ayuda al prójimo, evitando que se transforme en una manera de llamar la atención. Si al cumplir una buena acción no tenemos como finalidad la gloria de Dios y el verdadero bien de nuestros hermanos, sino que más bien aspiramos a satisfacer un interés personal o simplemente a obtener la aprobación de los demás, nos situamos fuera de la óptica evangélica. Sirve de bien poco dar los propios bienes a los demás si el corazón se hincha de vanagloria por ello. Por este motivo, quien sabe que «Dios ve en el secreto» y en el secreto recompensará no busca un reconocimiento humano por las obras de misericordia que realiza. ¿Acaso no se resume todo el Evangelio en el único mandamiento de la caridad? Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma nos invita a «entrenarnos» espiritualmente, también mediante la práctica de la limosna, para crecer en la caridad y reconocer en los pobres a Cristo mismo. María, Madre y Sierva fiel del Señor, ayude a los creyentes a llevar adelante la «batalla espiritual» de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna, para llegar a las celebraciones de las fiestas de Pascua renovados en el espíritu. Con este deseo, os imparto a todos una especial Bendición Apostólica” (Papa Benedicto XVI, Mensaje de Cuaresma, 2008).
Para dialogar: ¿Qué ha entendido usted sobre el mensaje de Cuaresma del santo Padre? ¿De qué manera podríamos llevar a cabo en nuestra comunidad cristiana, sin que se entere la mano izquierda de lo que hace la derecha, lo que el Papa nos propone? ¿Sería de buenos cristianos conocer el mensaje el Papa y no hacer nada de lo que él propone?
Oremos juntos: “Tenme piedad, oh Dios, según tu amor, por tu inmensa ternura borra mi delito, lávame a fondo de mi culpa, y de mi pecado purifícame. Pues mi delito yo lo reconozco, mi pecado sin cesar está ante mí; contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí. Por que aparezca tu justicia cuando hablas y tu victoria cuando juzgas. Crea en mí, oh Dios, un corazón puro, un espíritu firme dentro de mí renueva; no me rechaces lejos de tu rostro, no retires de mí tu santo espíritu. Abre, Señor, mis labios, y publicará mi boca tu alabanza” (del salmo 51).


Primera parte: El Diablo, enemigo de Dios, y enemigo nuestro

El mismo Espíritu que identificó a Jesús en el momento de su Bautismo es el que lo conduce después al desierto para orar, y para ser tentado por el diablo. El Evangelio nos dice que Jesús,
“pasó cuarenta días y cuarenta noches sin comer y, al final sintió hambre. Entonces se le acerco el tentador y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios…” (Mt 4,2). Esto podría entenderse como si el demonio no conociese a Nuestro Señor pero, eso no es cierto pues, el diablo sabía muy bien quien era Jesús, sino nunca le hubiese gritado: “¿Qué tenemos nosotros contigo Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?(Mt 8,28). El Diablo conocía que el plan de Nuestro Señor era salvarnos a todos los seres humanos de la esclavitud del pecado en la que él nos había hecho caer, mucho tiempo antes, cuando engañó ha Eva y Adán, y les hizo desobedecer a Dios. Satanás es un ser real y concreto, creado bueno por Dios pero, que por su pecado se apartó de Dios y se convirtió en un ser malo. El es el señor del mundo del pecado, de la muerte, de la discordia, de la desgracia, del odio, de la perversión, de todo lo absurdo y malo que hay en el mundo; y su misión es sembrar siempre la confusión en la vida de los hijos e hijas de Dios, “suponed, por ejemplo, que sobre las calles de una gran ciudad cayera de repente la oscuridad; puede imaginarse usted, sin que nadie se lo cuente, todo el ruido y el clamor que se produciría. Gente, carros y animales corriendo todos al mismo tiempo. El espíritu maligno que actúa sobre los hijos de la incredulidad, el dios de este mundo, como dice San Pablo, ha cegado los ojos de los que no creen, y he aquí que se hayan forzados a reñir y discutir porque han perdido su camino; y pelean unos con otros, diciendo uno esto y otro aquello, porque no ven” (Cardenal John Henry Newman, Sermón para el II domingo de Cuaresma: Mundo y pecado). Nadie puede ver, tocar o medir la presencia del calor o del frío, sin embargo, podemos sentir su efecto: el calor o el frío de manera exagerada, desesperan, y pueden incluso, acabar con la vida de cualquier persona. Lo mismo sucede con la presencia del Demonio en el mundo, a él no lo podemos ver directamente pero, si podemos descubrir su presencia a través de todo el mal que existe: ¿Por obra de quien será que muchas veces reina el egoísmo, la envidia, la división, e incluso, el odio en nuestras familias? ¿Quién será el que ha segado la mente de muchísimos cristianos en el mundo para que vivan pecando sin pensar que tarde o temprano tendrán que darle cuenta a Dios de sus vidas? ¿Quién será el maestro que está haciendo que millones de mujeres en el mundo estén dispuestas a asesinar, por una u otra razón, a una criatura en su propio vientre? ¿Quién será el que ha hecho que muchísimos padres de familias en nuestras comunidades, no quieran tomarse en serio la educación cristiana de sus propios hijos? ¿Quién es el que esta haciendo que miles de jóvenes en nuestro país desprecien su vida y, estén dispuestos a morir, simple y sencillamente por pertenecer a una pandilla? Es el mismo tipo: El demonio. Por esta razón es que el propio San Pedro nos dijo: “Estad atentos y velad, que vuestro enemigo, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando ha quien devorar” (1 Ped 5,8). “Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser un espíritu puro, siempre criatura; no puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su actuación cause graves daños-de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física- en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la Divina Providencia, que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero “nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rm 8,28) (Catecismo de la Iglesia Católica, n.395).


Para dialogar:

- El Demonio esta presente en todas partes, nos ronda a cada uno y a cada una, él no descansa ni de día ni de noche, y su trabajo es conocernos a cada una y a cada uno, conocer nuestras partes débiles, para luego atacarnos con toda la fuerza que le es posible por medio de la tentación, con el objetivo de hacernos pecar, y separarnos de Dios, si es posible, para siempre. ¿Entiende usted entonces, por que la Iglesia nos ha recomendado siempre que oremos sin desfallecer, el ayuno, la limosna, y la mortificación voluntaria?
- ¿Cree usted que podemos vencer el poder del demonio en nuestras vidas si no queremos hacer uso de los medios que la Iglesia nos propone? ¿Cómo ha planeado usted vivir esta Cuaresma?

Cuarto domingo del tiempo ordinario ciclo A

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

3 DE FEBRERO DE 2008






EXÉGESIS BÍBLICA

El evangelista nos presenta a Jesús en un monte, el lugar tradicional de la manifestación de Dios en el AT (recordemos la importancia del Sinaí o del Horeb) y sentado, es decir, en actitud de enseñar.

La enseñanza es una actividad característica de Jesús (cf Mt 4,23-25; 9,35; 11,1) que los discípulos sólo podrán asumir después de ver al resucitado (cf Mt 28,16-20).

El sermón del monte se abre con una declaración solemne, en la que el reino de los cielos anunciado por Jesús aparece como buena noticia para los pobres. Esta solemne declaración constituye la obertura del discurso, en la que se propone el estilo de vida que se hace presente con la llegada del reino.

Las bienaventuranzas poseen un esquema literario que se encuentra también en la tradición sapiencial y apocalíptica del Antiguo Testamento.

Los gritos de alegría de Jesús por la llegada del reino de Dios y de la liberación que viene con él, fueron interpretados en la comunidad de Mateo como orientaciones para la conversión y el cambio de vida que exige dicho acontecimiento.

En cada bienaventuranza existe una tensión entre la situación presente y la que está a punto de brotar: el reino se hace presente de forma germinal en los pobres, los misericordiosos… pero Dios está a punto de instaurar definitivamente este reino, y la situación va a cambiar radicalmente.

En conjunto, son un mensaje de esperanza, y una palabra de aliento, para descubrir la presencia del reino y anhelar su llegada definitiva.

Mateo ha elaborado cuidadosamente las bienaventuranzas con la intención de que pudieran ser fácilmente memorizadas.

Las ocho primeras están en tercera persona del plural y forman un grupo homogéneo, marcado por la referencia en la primera y en la octava al reino de los cielos.

Este grupo de ocho bienaventuranzas queda dividido a su vez en dos grupos de cuatro gracias a la mención en la cuarta y en la octava de la voluntad de Dios (literalmente, la justicia).

LECTIO DIVINA:

“Es una lectura personal de la Palabra de Dios, durante la cual nos esforzamos por asimilar la sustancia; una lectura en la fe, en espíritu de oración, creyendo en la presencia actual de Dios que nos habla en el texto sagrado, mientras el fiel se esfuerza por estar él mismo presente, en un espíritu de obediencia y de completo abandono a las promesas como a las exigencias divinas”.

(BOUYER, L. Parola, Chiesa e Sacramenti, nel protestantesimo e nel cattolicesimo).

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO

3 de febrero de 2008

ORACIÓN INICIAL: ¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, dime qué debo hacer, ordéname. Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad. Amén.

1.- LECTIO

Consiste en dejar que la Palabra penetre en nosotros. Para que la escucha sea plena, se necesita que la lectura sea atenta. La disponibilidad es la actitud más importante hacia Dios. Debemos leer con empeño. La lectura lleva a la obediencia, a la sumisión total a la Palabra. ¿Qué dice la Palabra?

Se lee una vez en voz alta el Evangelio, de manera pausada para que los miembros del grupo escuchen con atención alguna palabra particular o la frase que les parezca más importante.

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (5,1-12).

AMBIENTACIÓN

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó . Entonces se le acercaron sus discípulos, enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo :

BIENAVENTURANZAS

En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó[1]. Entonces se le acercaron sus discípulos, enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo[2]:

BIENAVENTURANZAS

Dichosos[3] los pobres[4] de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos[5]. Dichosos los que lloran, porque serán consolados[6]. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra[7]. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados[8]. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán

Preguntas para la reflexión

o ¿Por qué Jesús no se dirige solamente a los discípulos?

o ¿Quiénes son los Pobres de Espíritu?

o ¿Cuál es la promesa que hace Jesús a los que sigan sus consejos?

o ¿Quiénes son los que se deben sentir alegres?

o ¿Cuál es la humildad a la que nos está llamando Jesús?

o ¿Cuáles son las pautas que nos da Jesús para construir el reino de los cielos?

2.- MEDITATIO

Es “rumiar” el mensaje inspirado mediante la concentración y el reconocimiento del espíritu, buscando el rostro de Cristo detrás de su Palabra. Es confrontar el texto con la vida, las actitudes y los sentimientos que la Palabra de Dios nos trasmite. ¿Qué me dice? ¿Qué nos dice?

Preguntas para la meditación

Ante este texto tan importante, debo preguntarme:

¿Cómo está mi espíritu para escuchar la voz del Señor?

¿Cumplo con mis deberes sacramentales, pero, actúo como me invita el Señor en este Evangelio?

¿Participo de la pureza de corazón de la que habla el Evangelio?

¿Soy protagonista en la construcción de un mundo de paz o soy parte de los problemas?

¿Soy celoso con la injusticia del mundo ó en cambio todo eso pasa desapercibido por mi vida?

¿Practico la misericordia con los que necesitan ayuda, están abandonados o pasan alguna necesidad?

Const. Salesianas, artículo 75: Compromiso personal de pobreza

Cada uno de nosotros es el primer responsable de su pobreza. Por ello, vive a diario el desprendimiento prometido con un estilo de vida pobre.

En el uso de los bienes temporales acepta depender del superior y de la comunidad; pero sabe que el permiso recibido no le dispensa de ser pobre en la realidad y en el espíritu. Está atento para no ceder poco a poco al deseo de bienestar y a las comodidades, que son amenaza directa a la fidelidad y a la generosidad apostólica. Cuando su estado de pobreza le ocasiona alguna incomodidad o sufrimiento, se alegra de poder participar de la bienaventuranza prometida por el Señor a los pobres de espíritu .

3.- ORATIO ¿Qué le digo?

El paso de la meditación a la plegaria se realiza cuando empezamos a comprender lo que Dios quiere de nosotros. Entonces surge espontáneamente la pregunta: ¿Cómo debo dirigirme a Dios?

¿Qué le respondo a mi Dios sobre lo que me dijo, me pidió, me amonestó amorosamente?

¿Verdaderamente estoy preparado para recibir a Jesús?

¿A que se me invita en este tercer domingo de las bienaventuranzas?

4.- CONTEMPLATIO ¿Cómo interiorizo el mensaje?

Contemplar es entrar en una relación de fe y de amor con el Dios de la verdad y de la vida, que en Cristo nos ha revelado su rostro. Aquel rostro nos lo revela cada página y pasaje bíblico. Lo que debemos hacer es observar aquel rostro, observar con admiración, observar con ojos de niño y en silencio.

Interiorizar el mensaje de las bienaventuranzas, debe llevarnos a asumir con firmeza y convicción, el modelo de vida de Cristo, siendo su imagen y cambiando nuestro corazón, repitamos en nuestro interior:

Dame un corazón como el tuyo Jesús, Dame un espíritu dócil a tu palabra, Dame un corazón como el tuyo Señor…

5.- ACTIO ¿A qué me comprometo?

La oración puede encender y darnos energía para realizar acciones en nuestra vida. Esto puede recomenzar cada día, y puede crecer día tras día. La Lectio Divina permite ser permeado durante todo el día y de ser cambiado poco a poco por su Palabra así que el corazón esté siempre unido a él con la oración presente en todas sus acciones.

Propósito para esta semana:



[1] El sermón de la montaña presenta a Jesús como el intérprete soberano y último de la Ley mosaica. Él es el Maestro que revela la voluntad de Dios de forma acabada y definitiva. Jesús se sentó como un signo de que estaba listo para enseñar, puesto que la enseñanza normalmente se impartía en postura de sentados.

[2] Los principales destinatarios de estas enseñanzas de Jesús son los discípulos, en los cuales podemos ver también a los miembros de la comunidad cristiana a quienes Mateo dirige su evangelio.

[3] Es la traducción del hebreo ashrē o bāruk. El primer término se encuentra en la literatura sapiencial; el segundo procede de un contexto de alianza. Las sentencias bāruk se relacionan íntimamente con las promesas de alianza, y eso es lo que tenemos en las bienaventuranzas.

[4] Los pobres son los necesitados de Israel, los ãnāwîm, que prefieren el culto divino a los beneficios financieros, su pobreza es realmente económica, pero posee una dimensión espiritual.

[5] La primera bienaventuranza se refiere a una pobreza que radica básicamente en el espíritu de cada uno, en su interior. No es una pobreza puramente material, sino que incluye una cualidad ética y una actitud religiosa. Es, una disposición espiritual.

[6] Jesús conoce los innumerables sufrimientos que se padecen en el mundo. La multitud de los afligidos puede pensar que Dios los ha abandonado y que su desgracia no acabará jamás. Pero Jesús asegura que su dolor no pasa desapercibido a los ojos de Dios: llegara el día en que el mismo Dios los consolará definitivamente. La aflicción, según la Biblia, puede proceder de distintas causas: es dolor por la muerte de un ser querido.

[7] Es una cita del Salmo 37,11; en su texto hebreo encontramos ãnāwîm (afligidos). El significado de mansos, por tanto, es fundamentalmente el mismo que el de pobres en el espíritu. La posesión de la tierra se convirtió en una preocupación real para los exiliados que regresaron con la esperanza de poder reclamar su patrimonio ancestral; pero para muchos todo se quedó tan sólo en una piadosa esperanza, en la enseñanza de Jesús, el concepto de heredar la tierra funciona como figura de lo que significa experimentar el dominio justo de Dios heredando el reino.

[8] Los que tienen hambre y sed de justicia, son la expresión metafórica de un deseo ardiente. Estas metáforas son frecuentes en la Biblia. Vendrán días, dice Am 8,1, en que enviaré hambre sobre el país, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de escuchar la palabra de Dios. En esta bienaventuranza, el objeto del hambre y la sed es la justicia. La justicia, tal como la entiende Mt, consiste fundamentalmente en el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios. Justos son aquellos que viven en perfecta conformidad con la voluntad de Dios, tal como la enseña Jesús, es decir, tanto en su relación con Dios como en sus relaciones con los demás.