jueves, 15 de mayo de 2008

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y SANGRE DE NUESTRO SENOR JESUCRISTO.

Domingo 25 de mayo de 2008


Homilia de la solemnidad del cuerpo y sangre de Cristo


Recientemente hemos celebrado tres acontecimientos muy importantes de nuestra fe cristiana: la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo, la Venida del Espíritu Santo, y la Solemnidad de la Santísima Trinidad; y el próximo domingo celebraremos el gran misterio de la presencia de Nuestro Señor Jesucristo en el Sacramento de la Eucaristía. En esta celebración, nosotros proclamamos que Jesucristo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, está verdaderamente presente en el pan y el vino consagrados por el sacerdote en la santa Misa. La Iglesia nos dice: "Nuestro Salvador, en la última Cena, la noche en que fue entregado, instituyó el sacrificio eucarístico de su cuerpo y su sangre para perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el sacrificio de la cruz y confiar así a su Esposa amada, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección, sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de amor, banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria futura" (Constitución pastoral sobre la Sagrada Liturgia, 47). La verdad sobre la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía dividió a los discípulos del Señor: “es duro este lenguaje, dijeron algunos, ¿Quién puede escucharlo?” (Jn 6, 60), y San Juan nos cuenta que, “desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él” (Jn 6,66). Pero Jesús no detuvo a ninguno de aquellos que se negaron a creer en lo que él estaba diciendo, y a sus mismos apóstoles les dice: “¿También vosotros queréis marcharos?” (Jn 6,67), como diciéndoles, si quieren irse, pueden hacerlo. Después de dos mil años, la verdad sobre la Eucaristía sigue siendo motivo de división para muchos cristianos, mucha gente abandona la Iglesia Católica porque no están de acuerdo que: “En el Santísimo sacramento de la Eucaristía están contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1374). Pero lo que la Iglesia Católica cree sobre la Eucaristía, lo cree no porque ha una persona se le haya ocurrido, sino, porque esta verdad ha sido creída desde el tiempo de los apóstoles, ellos fueron los primeros en creer la verdad que nosotros creemos sobre la Eucaristía. San Pablo nos ofrece un testimonio fuerte sobre la verdad de este Sacramento: “Porque yo recibí del Señor lo que os he trasmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío”. Asimismo también la copa después de cenar diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la bebiereis, hacedlo en recuerdo mío”. Pues cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anuncias la muerte del Señor, hasta que venga” (1ª Cor 11,23-26). San Pablo hace además una advertencia muy seria a los cristianos de Corinto: “quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Examínese, pues, cada cual, y coma así el pan y beba de la copa. Pues quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo” (1ª Cor 11,27-29). Fijemos bien que para comer un pedazo de pan y tomar un poco de vino cualquiera, no hace falta examinar primero la conciencia, para ver si se ha pecado o no, pero, en este caso, no se trataba de un simple pedazo de pan ni de un poco de vino sino, de un pan y de un vino que por las palabras de Jesucristo, pronunciadas por el sacerdote, se convierten en el Cuerpo y en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos juntos:Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sion, que ha reforzado los cerrojos de tus puertas y ha bendecido a tus hijos dentro de ti. Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina; él envía su mensaje a la tierra y su palabra corre veloz. Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así ni les dio a conocer sus mandatos” (Del salmo 147).

Primera parte: La Eucaristía, ¿símbolo o realidad del Cuerpo y Sangre de Jesucristo?

Es importantísimo que nosotros conozcamos la verdad sobre el sacramento de la Eucaristía, y eso porque en este sacramentoestán contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (Catecismo de la Iglesia Católica, 1374), y porque además, son muchas las cosas falsas que se dicen sobre este sacramento por parte de quienes no son católicos. Alguien dijo un día que, “una mentira repetida hasta la saciedad se llega ha convertir en verdad”. Por supuesto que ninguna mentira es capaz de cambiar la realidad de lo que las cosas son pero, sí es capaz de cambiar esa verdad en la mente de las personas, haciendo que ellas piensen que es mentira lo que es verdad; y que crean que es verdad, lo que es mentira; y esto sucede sobre todo con la mayoría de cristianos que tienen muy pocas oportunidades de instruirse. Pero ¿Cuál es entonces la verdad sobre la Eucaristía? ¿Lo que la Iglesia Católica ha creído y enseñado desde sus orígenes, o lo que dicen quienes no son católicos? Jesús nos dice: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn 8,32). La Iglesia ha creído desde sus orígenes que cuando Jesús habló sobre la Eucaristía, lo hizo de manera real y no simbólica, él dijo: “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo”. “En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Jn 6, 51-53). Antes hemos visto ya lo que San Pablo aprendió de la Iglesia sobre la Eucaristía, y es lo que también él enseñó pero, el problema de la incredulidad sobre este sacramento ha continuado a lo largo de los siglos, y ha llegado ya hasta nuestro tiempo. No es raro oír hablar a gente que se burla de la celebración de la santa Misa, y que afirman con gran seguridad de que Jesucristo no esta presente en la hostia y el vino consagrados por el sacerdote. A esta clase de cristianos, San Ignacio de Antioquia, que vivió en tiempo de los apósteles, les escribió en su tiempo, diciéndoles: “Se mantienen alejados de la Eucaristía y de la oración (los docetas), por no confesar que la Eucaristía es la carne de nuestro Salvador Jesucristo, la que padeció por nuestros pecados, la que el Padre en su bondad ha resucitado” (Carta a los de Esmirna, 7). Este testimonio sobre la Eucaristía es importantísimo porque nos ayuda ha entender la verdad que la Iglesia había creído, celebraba, y enseñaba en aquel tiempo sobre este sacramento; y eso mismo es lo que ha venido haciendo a lo largo de todos los siglos. La Eucaristía no es un símbolo del Cuerpo y de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, sino que es Jesucristo mismo.

Para dialogar

¿Qué podemos hacer en nuestras familias, en las comunidades, en los diferentes grupos y movimientos parroquiales, para mejorar nuestra participación en la celebración eucarística? Piénselo, y pongan manos a la obra.

Segunda parte: La Eucaristía y nuestra vida.

El libro de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta que los primeros cristianos,acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar” (Hc 2, 42;44;47), por supuesto que esto no significa de que los primeros cristianos no tuvieran dificultades humanas entre ellos mismos y con el mundo que los rodeaba, pero luchaban por vivir en comunión con ellos mismos, con Dios, y con los demás hermanos; esto es tanto que quienes no eran cristianos, al ver aquel nuevo estilo de vida, se convertían al cristianismo, aunque eso les llevase ha tener que enfrentar incluso la muerte. “En el año 304, el emperador Diocleciano prohibió a los cristianos, bajo pena de muerte, tener las Escrituras, construir lugares para el culto o reunirse el domingo para celebrar la Eucaristía. En Abitina, una ciudad al Norte de África, un grupo de cincuenta cristianos fueron sorprendidos por las autoridades mientras celebraban la Eucaristía, y después de ser arrestados, y llevados a Cartago para ser interrogados por el procónsul. Cuando éste les preguntó por qué hacían aquello, un cierto Emérito respondió: "No podemos vivir sin la Misa". Otro, de nombre Félix, añadió: “Los cristianos no podemos vivir sin la Misa de la misma manera que la misa no se celebra sin los cristianos”. Y seguía: “Los cristianos hacen la Misa, y la Misa hace los cristianos. Uno no puede darse sin lo otro” (Scott Hahn, Comprometidos con Dios, p.157). Son incontables los testimonios de cristianos que en el pasado, y en el presente, siguen ofrendando su vida como testimonio de su fe en Jesús Eucaristía pues, “cuanto mas viva es la fe eucarística en el Pueblo de Dios, mas profunda es su participación en la vida eclesial a través de la adhesión consciente a la misión que Cristo ha confiado a sus discípulos” (Papa Benedicto XVI, Sacramento de la Caridad, 6). Cuando la Eucaristía es recibida con las debidas disposiciones, transforma la vida de las personas, y cuando eso sucede “llega ha ser de muchos individuos un solo cuerpo” (San Agustín, La Ciudad de Dios, X, 6). La Eucaristía ha de llevarnos a vivir en la comunión Universal: “Una comunidad realmente eucarística no puede encerrarse en si misma, como si fuera autosuficiente, sino que ha de mantenerse en sintonia con todas las demás comunidades católicas. La comunión eclesial de la asamblea eucarística es comunión con el propio Obispo y con el Romano Pontífice. Sería, por tanto, una gran incongruencia que el Sacramento por excelencia de la unidad de la Iglesia fuera celebrado sin una verdadera comunión con el Obispo. San Ignacio de Antioquia escribía: “se considere segura la Eucaristía que se realiza bajo el Obispo o quien él haya encargado” (Juan Pablo II, Sobre la Eucaristía, 39).

Para dialogar:

¿Considera usted que existe unidad en su vida personal? ¿Dónde podemos encontrar la unidad que se necesita en nuestras familias, en la comunidad, la parroquia, la Iglesia y la sociedad en general?