lunes, 11 de febrero de 2008

segundo domingo de cuaresma ciclo a

DOMINGO II DE CUARESMA
17 de febrero de 2008

LA TRANSFIGURACION DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.

“A partir del día en que Pedro confesó que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, el Maestro "comenzó a mostrar a sus discípulos que él debía ir a Jerusalén, y sufrir... y ser condenado a muerte y resucitar al tercer día" (Mt 16, 21): Pedro rechazó este anuncio (Mt 16, 22-23), los otros no lo comprendieron mejor (Mt 17, 23; Lc 9, 45). En este contexto se sitúa el episodio misterioso de la Transfiguración de Jesús sobre una montaña, ante tres testigos elegidos por él: Pedro, Santiago y Juan. El rostro y los vestidos de Jesús se pusieron fulgurantes como la luz, Moisés y Elías aparecieron y le "hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén" (Lc 9, 31). Una nube les cubrió y se oyó una voz desde el cielo que decía: "Este es mi Hijo, mi elegido; escuchadle" (Lc 9, 35). (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 554). La Transfiguración del Señor que celebraremos este domingo, fue un acontecimiento de mucha importancia en la vida de los apóstoles, y especialmente en la vida de quienes fueron los testigos directos de este hecho. Los apóstoles no habían entendido del todo el mensaje de Nuestro Señor, no entendían que él “debía de ser entregado en manos de los hombres, que le matarían, y que al tercer día resucitaría” (Mt 17,22-23). Y no entendían esto porque ellos, hasta que no reciben el Espíritu Santo, continúan razonando de manera humana y no a la manera de Dios: “Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: ¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso! (Mt 16,22). Y era necesario que los apóstoles entendieran bien quien era Jesús, que entendieran cual era su misión y que creyeran en él; y para ayudarles a comprender toda esta gran verdad es que el Señor quiso mostrarles algo de su gloria y de la felicidad del cielo, por lo menos a tres de ellos. Aun así, no acababan de entender quien era Jesús y cual era su misión; por eso, cuando San Pedro se vio rodeado de gloria le dice a Jesús: “Señor, que bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (Mt 17,4). Lógicamente, el apóstol Pedro “no sabia lo que estaba diciendo en aquel momento” (Lc 9,33). Pero la experiencia de la transfiguración del Señor marcó para siempre su vida y la vida de los demás apóstoles; por eso, después de algún tiempo de aquel acontecimiento, San Pedro le dirá a los recién convertidos al cristianismo: “Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo” (1 Ped 1,18). Nadie puede hablar con autoridad sobre algo sino aquellos que han tenido una experiencia de lo que están hablando, y los apóstoles habían experimentado ha Dios, ellos habían estado con Jesús y por eso hablaban, y nos siguen hablando hoy a nosotros después de dos mil años. ¿Existe en su vida alguna experiencia con el Señor, algún momento en el que usted haya descubierto claramente la presencia de Dios?


Oremos juntos: “La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho, y su misericordia llena la tierra. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y redimirlos en tiempo de hambre. Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti” (del salmo 32).


Primera parte:

Esta historia la escuché recientemente en la clausura de un retiro espiritual. Era un hombre pequeño el que pasó delante de toda la comunidad que se había reunido para aquella celebración, y comenzó diciendo lo siguiente: “Tengo diez años de vivir y de trabajar en esta casa de retiro espiritual, ya no soy un recién convertido al Señor, aunque eso no significa tampoco de que yo sea un santo. Pero lo que les quiero contar ahora es lo siguiente: llegué a este país hace casi veinte años, y me vine para acá cuando yo tenía veintidós años de edad; dejé a mi esposa y a mis dos hijos en mi tierra; yo me vine para el Norte por las mismas razones que se han venido la mayoría de ustedes. Antes de Salir de mi casa hicimos un trato con mi esposa: yo trabajaría por cinco años y enviaría todo lo que hiciera para que ella lo ahorrara, y luego, yo volvería para que todos estuviéramos juntos. Antes de cumplir los cinco años mi esposa comenzó a decirme que ellos estaban bien haya pero que la vida seguía siendo demasiado dura en nuestra tierra por lo que consideraba que era mejor que continuara trabajando en el Norte un par de años mas, y eso fue lo que hice. Una noche, cuando estaba cerca de cumplir siete años de estar fuera de mis casa, le dije a mi esposa que había pensado regresar, y sin que ni para que, ella me dijo esa noche que ya no me necesitaba pues, desde hacia algún tiempo estaba haciendo su vida con otra persona, y que era mejor que me olvidara de ella. Aquella misma noche, dijo aquel hombre, se me atravesaron por mi mente los peores pensamientos que haya podido tener en toda mi vida, y prácticamente sin darme ni cuenta, fui a parar a una cantina; y desde entonces, por olvidar mis problemas, viví por cosa de dos años, en una borrachera de casi todos los días. Pero tenia un amigo que desde hacia unos cinco años estaba sentado en una silla de ruedas, porque un día manejando borracho se accidentó en su vehiculo y se dañó para siempre su columna. Y en los días en que yo andaba prácticamente muriéndome a consecuencias de mi borrachera, alguien invitó a mi amigo para que viniera a este lugar a hacer este mismo retiro espiritual, y cuando él regresó a su casa, aunque continuaba sentado en la misma silla de ruedas pero, aquel hombre ya no era el mismo; y tanto me insistió que seis meses después, yo estaba también en esta misma casa. Durante los cinco días de retiro, estuve escuchando todo lo que Dios había hecho en la vida de los demás, y en la ultima tarde, yo ya no aguanté mas, así que en una oración le dije estas palabras al Señor: “Si es verdad todo lo que dicen de Ti, y de lo que Tú haces, entonces, por favor haz algo conmigo, porque yo no creo todo eso que dicen de ti”. Y en esa misma tarde, Dios cambió mi vida para siempre, tanto así, que fui capaz de perdonar la traición de mi esposa, de aceptar que hubiese tenido que trabajar en vano por siete años, y lo mas importante: reconocí la grandeza del Amor de Dios en mi vida, y tomé la decisión de que en adelante le serviría con todo mi ser, y por eso, ya llevo mas de diez años de trabajar en esta casa, y no pienso retirarme sino hasta que me saquen o Dios me llame a su presencia”. Toda la gente se puso de pie y le dio un fuerte aplauso ha aquel hombre, mientras él nomás se cubrió su cara con sus dos manos, porque estaba llorando de emoción.


Para dialogar:
- ¿Considera usted que Dios puede obrar en nuestra vida, si nosotros no ponemos de nuestra parte?
- En la primera lectura se nos habla de Abrahán: ¿hubiera hecho Dios todo lo que hizo con este hombre, si él no hubiese tenido la valentía de abandonar su tierra y de seguir el plan de Dios? ¿Cómo se puede aplicar esto a nuestras vidas?

Segunda parte:


La transfiguración de Nuestro Señor, es motivo de esperanza para todos los que creemos en El.
En su carta encíclica sobre la Esperanza cristiana, el Papa Benedicto XVI, nos dice que: “El cielo no está vacío. La vida no es el simple producto de las leyes y de la casualidad de la materia, sino que en todo, y al mismo tiempo por encima de todo, hay una voluntad personal, hay un Espíritu que en Jesús se ha revelado como Amor” (Spe Salvi, n.5). Por eso, nos dice también el Papa: “quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando « hasta el extremo », « hasta el total cumplimiento » (Jn 13,1; 19,30). Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente « vida »” (Spe Salvi, n.27). Cualquier cristiano que analice con detenimiento la situación social, económica, y política de nuestro país puede acabar decepcionándose fácilmente, y puede llegar a creer que aquí existen muy pocas esperanzas de que las cosas puedan ser diferentes, ¿Cómo se puede tener esperanzas en un país donde no se respeta ni siquiera la vida de los niños? a diario mueren niños de forma violenta en nuestro país, y ya no digamos adultos. La gente sigue yéndose todos los días para Estados Unidos, y eso, aunque se diga que el camino esta cada vez mas difícil. Mientras tanto, nosotros seguimos hablando de Dios pero, ¿no nos habremos equivocado al creer en Jesucristo? Claro que no, El es nuestra única esperanza, la Esperanza que no defrauda ha nadie. Dios no defraudó a Abrahán, que en su vejez, le prometió que haría de él un pueblo muy numeroso y que le daría una tierra que manaría leche y miel. En la transfiguración de Jesús, se aparecieron Moisés y Elías, como testigos de la felicidad que espera a todos aquellos, hombres y mujeres, que crean y sirvan fielmente a los intereses de Dios mientras viven en este mundo. Convencido de esta gran verdad es que el apóstol San Pablo le dice a su discípulo Timoteo en la Segunda lectura: “Querido hermano: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas que Dios te dé” (2 Tim 1,8). Esto es lo que nos sigue haciendo falta a todos los cristianos en el mundo entero: comprender que Jesucristo es nuestra única esperanza, entender que él es la Esperanza que no defrauda a nadie, y comprometernos en serio en los trabajos del Evangelio, esto significa también de que hemos de estar dispuestos a dejar que la gracia de Dios convierta nuestras vida de todo aquello que nos separa del Señor.

Para dialogar: Dios tiene un plan para con cada persona, lo mismo que lo tuvo con Abrahán, San Pablo, y con otros. Dios hizo cosas grandes a través de estos hombres, y ellos no vivieron en vano en este mundo. ¿Es usted consciente de los planes que Dios tiene para su vida? ¿Esta respondiendo generosamente a los planes de Dios, o ha preferido mejor seguir sus propios planes?

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