martes, 25 de marzo de 2008

domingo segundo de pascua ciclo a

homilia del 30 de marzo de 2008
II Domingo de Pascua.



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LA FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA

Cuando Dios quiere revelar un mensaje a la humanidad, no busca a los más importantes y sabios, sino que se revela a través de los más sencillos y humildes, que saben ser dóciles a sus inspiraciones y gracias. Este es el caso del mensaje de la Divina Misericordia dado a Santa María Faustina Kowalska, religiosa polaca, instrumento elegido y probado por el Señor. Santa Faustina (como es conocida en el mundo entero) pertenecía a la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora de la Misericordia, conocidas como las "Hermanas Magdalenas" que se dedican a la educación de jóvenes de bajos recursos. El 22 de febrero de 1931, santa Faustina recibió la primera revelación de la Misericordia de Dios, ella lo anota así en su diario: "En la noche cuando estaba en mi celda, vi al Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido, que aparecía un poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: uno era rojo y, el otro blanco. Yo me quedé en silencio contemplando al Señor. Mi alma estaba llena de miedo pero también rebosante de felicidad. Después de un rato, Jesús me dijo: Pinta una imagen Mía, según la visión que ves, con la Inscripción: "¡Jesús, yo confío en Ti!” Yo deseo que esta Imagen sea venerada, primero en tu capilla y después en el mundo entero. Yo prometo que el alma que honrare esta imagen, no perecerá. También le prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, pero especialmente a la hora de su muerte. Yo el Señor la defenderé como a Mi propia Gloria”. Cuando contó esto en confesión, el padre le dijo que seguramente Jesús deseaba pintar esta imagen en su corazón pero ella sentía que Jesús le decía "Mi Imagen ya está en tu corazón. Yo deseo que se establezca una fiesta de la Misericordia y que esta imagen sea venerada por todo el mundo. Esta fiesta será el primer domingo después de Pascua. Deseo que los sacerdotes proclamen esta gran misericordia Mía a los pecadores. Por orden de su confesor Santa Faustina le preguntó al Señor el significado de los rayos que aparecen en la imagen emanando del corazón y el Señor le respondió: "Los dos rayos significan Sangre y Agua- el rayo pálido representa el Agua que justifica a las almas; el rayo rojo simboliza la Sangre, que es la vida de las almas-. Ambos rayos brotaron de las entrañas mas profundas de Mi misericordia cuando mi corazón agonizado fué abierto por una lanza en la Cruz... Bienaventurado aquel que se refugie en ellos, porque la justa mano de Dios no le seguirá hasta allí". El Señor manifiesta su Corazón, y el agua y la sangre que de él brotaron como manantial de reconciliación para todos los hombres. ¿Y como podemos nosotros participar y obtener la Misericordia de Dios? Nuestro Señor le señaló cuatro medios concretos a santa Faustina, que son: la Novena a la Divina Misericordia , la Coronilla a la Divina Misericordia, la Hora de la Divina Misericordia y la Veneración de la Imagen de la Divina Misericordia. A través de estos actos de piedad, el Señor nos llama a todos a pedir Su Misericordia. Hermanas y hermanos, Dios quiere que nos acerquemos a Él orando sin cesar, arrepintiéndonos de nuestros pecados y pidiendo que Él derrame Su Misericordia sobre nosotros y el mundo entero.
Oremos juntos: “Dios, Padre Misericordioso, que has revelado Tu Amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo: Te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre. Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten Tu Misericordia, para que en Ti, Dios Uno y Trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza. Padre Eterno, por la Dolorosa Pasión y Resurrección de Tu Hijo, Ten Misericordia de nosotros y del mundo entero. Amen”. Padre Nuestro, Ave Maria, Gloria al Padre…
Primera parte: La Devoción a la Divina Misericordia.

“Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha. Cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme –cuando se trata de una necesidad o de una expectativa que supera la capacidad humana de esperar–, Él puede ayudarme (Papa Benedicto XVI, Salvados en la Esperanza, n. 23; 35). La Sagrada Escritura está llena de ejemplos de cómo confiar en Dios y pedir Su Misericordia: los Salmos; la fe de Abrahán y Moisés, hombres que suplicaron a Dios; el hombre que persuadió a su amigo a que se levantara a medianoche para que le prestara un poco de pan; la viuda persistente que consiguió la justicia del juez injusto; la mujer cananea que dialogó con fe con Jesús acerca del derecho que ella tenía de Su Misericordia; el ejemplo de María Santísima, cuya petición de misericordia en Caná resultó en que Jesús hizo Su primer milagro público, así reconociendo que Su Hora sí había llegado. El tema de la Divina Misericordia está presente durante todo el año litúrgico. La elección del II Domingo de Pascua, que concluye la octava de la Resurrección del Señor, indica la estrecha relación que existe entre el misterio pascual de la Salvación y la fiesta de la Misericordia. La Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo son, en efecto, la más grande manifestación de la Divina Misericordia de Dios Padre hacia los hombres, especialmente hacia los pecadores. Esta relación está subrayada por la novena que precede a la fiesta, que se inicia el Viernes Santo y se prolonga hasta el II Domingo de Pascua. Jesús mismo le explicó a Santa Faustina el motivo por el cual establece esta fiesta: “Las almas mueren a pesar de mi Dolorosa Pasión...Si no adoran Mi Misericordia, morirán para siempre” (Diario, 65), y también: “Las almas mueren a pesar de Mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la fiesta de la Misericordia” (Diario, 965). La fiesta de la Misericordia ha de ser no sólo un día de particular veneración de Dios en este misterio, sino sobre todo un día de gracia para todos los cristianos, un día de reconciliación con Dios y con los hermanos por medio del sacramento de la penitencia: “En aquel día quien se acerque a la Fuente de la Vida (Sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía), conseguirá la remisión total de las culpas y de las penas” (Diario, 300). La Comunión ha de ser recibida el mismo día de la fiesta de la Misericordia, mientras que la confesión puede hacerse durante los siete días previos a la comunión o los siete posteriores a ella. Además de esta gracia extraordinaria, el Señor promete: “Derramaré todo un mar de gracias sobre las almas que se acerquen al manantial de Misericordia. En ese día están abiertas todas las compuertas Divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata serán perdonados” (Diario, 699). Queda claro entonces que Nuestro Señor vinculó esta abundancia de gracias y beneficios sólo a ésta y no a las otras formas de devoción a la Divina Misericordia. Por fin, el 30 de abril del año 2000, coincidiendo con la canonización de Santa Faustina, “Apóstol de la Divina Misericordia”, el Siervo de Dios Juan Pablo II, instituyó oficialmente la Fiesta de la Divina Misericordia a celebrarse todos los años en esa misma fecha: Domingo siguiente a la Pascua de Resurrección.
Para dialogar: ¿Conoce usted algo sobre la devoción a la Divina Misericordia? ¿Quiere compartirlo con nosotros?
Segunda parte: En la Misericordia de Dios, esta nuestra vida.

Nuestro Señor Jesucristo nos dice en su Palabra que “él ha venido para que tengamos vida, y la tengamos en abundancia” (Jn 10,10), y esa es precisamente la enseñanza fundamental en la fiesta de la Divina Misericordia: Nuestra vida esta en la Misericordia de Dios. El apóstol San Pablo nos enseña que “el salario del pecado es la muerte” (Rm 6,23), pero, a esa muerte que ha entrado en el mundo por el pecado de un solo hombre, se opone y vence, la gracia de Dios: “Si por el delito de uno solo murieron todos ¡Cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre Jesucristo, se han desbordado sobre todos” (Rm 5,15). Y esta Misericordia de la que nos habla el apóstol, se desprende de Jesucristo Resucitado, hacia cada uno de nosotros, como el agua que brota de una fuente de manera inagotable para saciar toda esa que permanece en lo más profundo de nuestro interior, y que no puede ser saciada por nadie sino únicamente por nuestro Creador. Pero lo más interesante es que la Misericordia de Dios llega a nuestras vidas de forma gratuita. A propósito de esto, le dijo Nuestro Señor a Santa Faustina: Hija Mía, habla al mundo entero de la inconcebible Misericordia Mía. Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores. Ese día están abiertas las entrañas de Mi Misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre las almas que se acercan al manantial de Mi Misericordia. El alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas. En ese día están abiertas todas las compuertas divinas a través de las cuales fluyen las gracias. Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata. Mi Misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico. Todo lo que existe ha salido de las entrañas de Mi Misericordia. Cada alma respecto a Mí, por toda la eternidad meditará Mi Amor y Mi Misericordia. La Fiesta de la Misericordia ha salido de Mis entrañas, deseo que se celebre solemnemente el primer Domingo después de Pascua. La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi Misericordia". ¿Podríamos nosotros creer esto?: “La humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de Mi Misericordia". A muchos cristianos quizás se les haga mas fácil creer en un discurso político que es casi todo pura mentira, y no en el mensaje de la Divina Misericordia que es todo una verdad de parte de Dios. Nunca en la historia de la humanidad, una ideología política, ha sido capaz de lograr lo que el Evangelio de Nuestro Señor ha alcanzado siempre, ahí, donde los cristianos han sido capaces de confiar plenamente en la Misericordia de Dios, confianza que claro esta, ha supuesto en ellos la conversión de todas aquellas actitudes personales que se oponen a la construcción del Reino de Dios en sus familias, en la Iglesia y en la sociedad. La segunda lectura de este domingo, nos presenta un ejemplo sorprendente de cómo la Divina Misericordia transformó por completo la vida de los primeros cristianos: “los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según las necesidades de cada uno” (Hc 2,44). Y algo interesante es que, este testimonio de la presencia de la Divina Misericordia en la vida de los primeros cristianos, hacía que otros se convergieran al Señor: “eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo a los que había de salvar” (Hc 2,47).
Para dialogar: ¿Como podemos celebrar la fiesta de la Divina Misericordia a nivel personal, familiar, comunitario y parroquial? piénsenlo y háganlo, no se queden únicamente pensando.


1 comentario:

Anónimo dijo...

podemos celebrarla con la exposición del SaNTISIMO y la oración de Vísperas si es por la tarde. Y siendo misericordiosos con nuestros hermanos.